Monday, January 01, 2007

Petróleo en todos lados

Algo en Cromañón pasó inadvertido;
uno de los carriles históricos de los que la tragedia fue una parada; una de las fuerzas del mundo que confluyó en tanta muerte joven junta.

¿Qué era allí la media sombra? No en cuanto a su función, ni a la responsabilidad sobre su presencia. Más bien, pensada la situación en su plano material; pensado Cromañón como una reunión específica de sustancias. Las procedencias de dichas sustancias cartografían los puntos del planeta que, vía sus derivados, tienen presencia en la situación. ¿Cómo llega una media sombra a ser parte de un lugar “recuperado para el rock”?

Son notables los procesos de combustión.
Nos parecen comunes por puro hábito, pero ¿qué sujeto de a pie puede explicar cómo un sólido se hace fuego (digresión: ¿el fuego es materia o energía? Ocupa lugar, pero si es materia, ¿en qué estado?) y del fuego se hace humo? Además lo que llamamos fuego es toda una familia de tipos de fuego, según material incinerado (y condiciones climáticas). El humo de Cromañón fue relatado como especialmente negro, denso, vomitivo, sádico.

Petróleo quemándose: ¿cuántas historias de la historia humana lo tendrán como imagen clave en su derrotero? Cromañón es una de ellas. El rock argentino tiene al petróleo procesado quemándose como una de sus postales ineludibles; al mismo tiempo Cromañón es un incidente de la sociedad petrolera. Y que la situación rockera se materialice según la disposición de la industria petrolera, de la economía petrolera, muestra cuánto los nichos tribales, los submundos, etcétera, están a veces amarradas a su época por manijas que no ven.

El peligro de la pirotecnia ya se sabía, también en de la corrupción y el de la desidia y de la estupidez. Ahora vimos el peligro de la media sombra: lo lleva en su esencia y la conecta con la horca de Saddam Hussein y –por decir- con las biromes.


PD: lo que tangencialmente me lleva a pensar: ¿está escrita la historia del agua? Del sedentarismo hidrofílico a la guerra Israel – Líbano, pasando por las etiquetas que Aguas Argentinas pega en los baños de los bares para instar a consumir menos agua, y es obvio que alguna historia hay si una empresa de ese tamaño invierte para que sus clientes consuman menos.

Mata moscas y mosquitos

Escrito para y leido en la Primera Juntada de Ensayos en Vivo

Una invasión de mosquitos es terrible, abrumadora.
Se desparraman por la ciudad como agua en el piso. Uno los mata, es verdad, y matarlos es lindo. Pero son tan chiquitos, ni el más mínimo chillido se oye, mueren en silencio (en el plano sonoro no mueren); es más ruidoso rascarse. Entonces si bien es darle muerte a un ser, el sufrimiento que percibimos causar no se equipara al recibido, nuestra molestia constante no sacía su venganza frente a la inmortalidad de la especie enemiga.
¿Cuánto odio pueden generar los mosquitos? Podríamos armar un concurso competitivo para ver quién les tiene más odio, habría al menos tantos concursantes como gente que se cree blanco predilecto de picaduras; si encontráramos la manera de medirlo con rigor, nos llenamos de plata.

Los mosquitos son fundamentales en la historia humana.
Son fundamentales en la historia humana, los mosquitos, porque son una prueba, la demostración más irrebatible de la inexistencia de Dios.
En un mismo cosmos, si uno lo piensa, o uno u otros, por lógica. En su infinita reincidencia, en su insignificante daño, en su ineludible molestia, y mucho más que las espectaculares guerras y hambre (calamidades divinas), los mosquitos niegan la existencia celestial.

Los mosquitos tienen, además, una relación compleja con las moscas.
No tanto porque en su vida cotidiana tengan vínculos directos; más bien me refiero a la relación que tienen lo que en el mundo humano se llama mosca y lo que se llama mosquito.
Como enemigo suele agrupárselos. Raid: mata moscas y mosquitos. Los deja bien muertos. Sucumben frente a la misma sustancia, sí, pero en cambio en el mano a cuerpo las moscas son cien veces más diestras.
Sin embargo ambos insectos tienen una diferencia mayor; un punto donde sus existencias se bifurcan en caminos negativos, simétricamente opuestos.
Veamos. Un plato de sopa donde se posa una mosca, aunque sea un instante, sería desechado por una gran cantidad de gente. Mucha más, asumo, que la que tiraría una sopa tocada por un mosquito.
Es que las moscas dan asco por frecuentar nuestros excrementos. En cambio los mosquitos acuden a nuestra sangre, parientes vulgares del gran Conde (ese que, por su parte, demostró que la vida eterna sólo es posible si uno está eximido de reflejarse en los espejos). Una sopa manchadita en sangre, vaya y pase, pero en heces, mejor ayuno.

Excrementos y sangre: en realidad ni moscas ni mosquitos quieren la sopa. Ambos explotan nuestro aparato digestivo; su proceso de nutrimento es un sistema que abarca varios cuerpos, varias especies.
Unos van por lo que nuestro cuerpo discrimina negativamente, por todo lo que nos sacamos de encima escabrosamente. Los otros, por lo que nuestro cuerpo selecciona, por la síntesis más fecunda los alimentos; nuestra riqueza básica y lograda, tesoro vital, que de tanto en tanto se desparrama en nuestras palmas cuando aplastamos un mosquito recién comido, con nuestra sangre aún no transformada en la suya, sino hinchándole el estómago como bombita de agua –y, aún así, mueren sin ruido.