Friday, July 20, 2007

Quinta Juntada: invitación

Por una vigilia a cada momento de nuestra genuinidad. Por un hedonismo que cueste trabajo. Porque el arte es un heroico esfuerzo de la parte más sana del alma. Ensayos en Vivo, quinta Juntada:

Crítica al desierto y distinción de soledades (Diego Sztulwark)

Esclavos del proyecto personal: es necesario pensar el presente (Pablo Hupert)

Ensayos mínimos (Alonso, Gáspari, Lipszyc, Pezzola, Suárez, Valle)

Plus: el acústico de los Galenos del Gólgota. Todo con la presentación del Oscuro Fernando Aíta, poeta prudente si los hay.

Este jueves 19 en el CC Pachamama: Psje Argañaraz 22, e/Israel y Lavalleja (a 150mts de Lavalleja y Córdoba). 20:30 panecillos de regalo, 21:30 los ensayos. La entrada cuesta pero los invitamos a todos. Ensayos en vivo: no trabajamos para la comunidad, intentamos hacerla.

Con cariño,
AjV

Friday, July 13, 2007

Macrismo Estéreo

El mismo amarillo
La belleza tiene nombre: Juan Román Riquelme. Con esa belleza Boca ganó la Libertadores. River, mientras tanto, es el lugar de un episodio futuro: el recital regreso de Soda Estéreo. Recitales, mejor dicho. Cómo no, por qué no, si mal no se llevan y se lo piden todos: el mundo tira para allá. Como cuando el mundo hizo de Soda Stereo el nombre del apellido MTV, o como cuando hizo de Gustavo Cerati un modelo publicitario. El mundo, qué es el mundo, siempre algo distinto, lo que está hecho, lo que hacemos; el mundo es una coartada infinita. El mundo es la empresa ex argentina Quilmes queriendo estratégicamente despegarse del fútbol y, como táctica para lograrlo, empapándose de Cerati; del otro lado de ese encuentro, el mundo es una carrera musical transformándose en el argumento que valoriza la imagen del músico para el mercado publicitario (lo que lo lleva de músico con imagen a modelo del rubro musical). ¿Qué sabor tiene ese encuentro? ¿Orientado por qué fuerzas del mundo, y qué tipo mundo conforma?
Soda Stereo, en sus carteles callejeros, asegura felicidad: un breve texto convoca al recital sobre un fondo amarillo, un fondo que es todo el cartel, porque el cartel es una de esas típicas caras redondas sonrientes yankis. Ese amarillo es igual a otro cartel, tan el mismo amarillo que puestos al lado se confunden: el de los que dicen “Gracias. Pro”.
El mismo amarillo, la misma alegría. Macri es a la política lo que Soda Stéreo al rock: el dominio de las fuerzas bajas del mundo. Los moviliza el mismo motor ontológico.

El eficientismo
¿De qué sabor es el encuentro entre los porteños y Macri. ¿De belleza? ¿Qué vende Macri? ¿Qué de los habitantes de esta ciudad se encuentra con Macri (que también se presenta como imagen, a diferencia de Román que es la sistemática realización de una práctica)?
Macri vende un estilo de vida, escuché decir hace poco a una terapeuta de linaje posmo progresista. El estilo de llegar puntual y olor a desinfectante nuevo en los hospitales. El estilo racionalista que llevó a Boca a la cima del mundo. El eficientismo, eficientismo engalanado de marketing joven. Pero ya en su primer discurso tras la contundente victoria en primera vuelta, mostró más: “Vamos a resolver los problemas de los vecinos (resáltese vecinos), el problema de la inseguridad (¿así en general, inseguridad, se quedan sin laburo los terapeutas?), el problema de los hospitales deficientes, el problema de las casas tomadas...”. El problema que ve son las casas tomadas, no el déficit habitacional: lo ve desde su consolidada casa. Allí revela su perspectiva; eso también vende Macri, una toma de partido. Lejos del tercer lugar neutral entre los actores sociales que el Estado teoriza sobre sí mismo, Macri propone un lugar parcial desde donde ver lo que sucede en el espacio público.

Éxito o criterios
Lo que llega a ser más peligroso son las mayorías. Hoy constituye mayoría el argumento de que Macri va a hacer cosas. La ciudad para él es lo que era Boca en el 96: un árbol medio podrido que, si optimiza su funcionamiento, en cuatro u ocho años le dará frutos para mostrar y reclamar así ir el premio más gordo, el bosque todo. Le conviene, ergo, que su gestión dé resultados tangibles y, como Soda Estéreo, felicidad a la gente. En cambio la gestión Filmus, desde la conveniencia del Gobierno Nacional, probablemente se ocupe más de “fortalecer la organización política del Frente Para al Victoria” que de darle a los porteños lo que quieren. Total Kirchner ya tiene y tendrá también frutos de otros lados.
Un viejo militante izquierdista decía hace poco: “No lo voto por principios, pero que va a hacer cosas, va a hacer cosas”. Por principios: el progresismo ha extraviado la dimensión de los resultados. No dejó en ese campo ni un peón. La eficiencia es de derecha. Por eso, como dice Alejandro Rozitchner (intelectual no se diría orgánico, sino mediático, del Pro), “Macri es el tabú del progresismo porteño”.
Macri va a hacer cosas, muchas más que las que hubiera hecho Filmus: demos eso por sentado. Ahora bien, ¿cómo las hará? ¿Con qué criterios? El eficientismo se presenta como la pura gestión racional de la cosa pública. Lo cual implica olvidar la posibilidad del conflicto, el cruce de intereses, etcétera. ¿Desde la emoción de quién decidirá en los momentos de duda? La ciudad va a cambiar más en manos de Macri que lo que hubiera cambiado en otras.
Temo. Porque por algo aparenta suponer inexistente el constante choque de poderes y resistencias en la marea social. Marea en la cual casi todas las cosas parecen haber salido mal en los últimos, ¿cuánto, cincuenta años?, marea de donde Macri emerge, legitimado por el éxito social de la clase empresaria, incluso aunque hijo de lo más antisocial de dicha clase. Que el Estado ya no existe, che, y Mauricio llevó a Boca del infierno al cielo.

Valores intangibles
Boca, en efecto, cambió mucho con Macri. Bastante súbitamente, ir al baño en la Bombonera perdió su carácter aventurero. La cancha se volvió un espacio previsible. Se recogió la tradición estadounidense de las porristas. Ganamos todo, aunque sufriendo cuando nuestros hombres más hermosos -Riquelme, Tévez, Bianchi- se quejaran por maltratos de Mauricio. Boca pasó de ser el paradigma de club popular de deporte folcórico a una exitosa marca internacional. Instituyó un sello oficial para los productos y persiguió todo objeto azul y oro no oficial: atacó el surgimiento inmanente de esos colores. Ganamos todo, hizo muchas cosas, pero con qué criterio, con qué idea de Boca. Lo dijo, repetidas veces, convencidísimo, y no lo hizo porque no pudo: Macri quería abandonar la Bombonera y que Boca y River compartieran un moderno estadio único.
La alegría por los éxitos de Boca se ensombrece por la alteración que su ser sufrió en el proceso. ¿O acaso lo que lo hace a uno ser hincha de su equipo son los títulos?
Ese deseo macrista, esa forma de ver a Boca, al fútbol, revela el sentido desde el que piensa sus actos, revela su escala de prioridades en la concepción del encuentro social. En el eficientismo, la lógica de la gestión se impone por sobre el valor inmanente de lo gestionado, por sobre la belleza intrínseca de las cosas, que es la que nos hace amarlas.

Estado del cuerpo colectivo
Temo. Porque Boca tiene mucho más poder de resistencia que Buenos Aires (y temo por los porristas callejeros que endulzan el aire urbano). ¿Cuál será el “estadio único” en la gestión de la ciudad, qué mejoramiento horroroso? ¿Encerrar las villas con murallas? Eso pondría a la ciudad a la moda mundial. Macri sabe que no sólo cayó el muro, sino que cayó el mundo emergido de dicha caída, y ahora los muros son modernos; Macri sabe cuál es el pasado, por eso supo que decir que los noventas son pasado ya es el pasado y resultó indemne a esa crítica.
Insisto, desde un temor que siento en el cuerpo: ¿Cuál es la lógica de sentido o de sinsentido que deriva en el macrismo? Deriva, digo, porque ya existía: el progresismo venía realizando tareas de derechas, como la prohibición a vender alcohol en los kioscos, que limpió las esquinas de grupos de amigos, o como el enrejamiento de las plazas, donde ya no se puede entrar de noche. La tendencia restrictiva en el espacio público fue, en esta elección, nada más que blanqueada. Los ánimos colectivos asumieron su presente orientación derechista. ¿Qué se dice al decir “derechista”? Si en los noventa la sociedad sintió (“la sociedad sintió” como gigantesco cúmulo de sentires interactuantes) que el Estado por ineficiente debía retirarse de grandes áreas de la vida social y crecer la gestión privada, hoy se decide que incluso aquello que queda de Estado debe ser gestionado desde la perspectiva privada. La sociedad está encontrada con sus impotencias.