Wednesday, September 12, 2007

Lost, el acierto ontológico

Presentado en la sexta juntada de Ensayos en Vivo

1.
En la isla tenemos una nueva vida, todos nosotros.
La isla es un paradigma de la morfología social actual. La isla como posibilidad radical: hoy un tipo puede vivir sin salir de su casa. Auguran para dentro de un par de años que el 25 por ciento de la PEA mundial trabaje desde su casa; no importa tanto el detalle del acierto profético como lo aceptable de su imagen: lo isleño como tendencia.
Pero a diferencia de La isla, a nosotros no nos separa y une (como simultáneamente separa y une el cemento a los ladrillos) un océano macizo, oscuro e insondable, sino un fluido híper veloz que resulta enceguecedor por su profusión de líneas. Muchas de cuyas corrientes nos tienen como blanco, lo que posibilita, en una paradoja material, que hagamos isla. Estar en contacto con todo habilita el aislamiento.

2.
En efecto Lost no sería lo que es, o sea, Lost no sería una mutación en los regímenes sociales de la inteligencia, de no ser gracias a dos industrias: internet y el delivery.
Tanto la cobertura territorial del delivery como la reunión virtual universal de la red son premisas del acontecimiento Lost. Pero entonces también lo es la industria imantera. Y el libre intercambio de archivos en la red. Sucede que la cadena de causas de la cosas es insondable, y por eso para evitar remontarla, la vedamos con el cartelito de la palabra caos.
Baste por ahora, para entrever la radicalidad de la mutación que Lost efectúa y muestra, señalar que llamamos serie de televisión a lo que entra en nuestras vidas a través del videoclub o del ciberespacio. La televisión ya no está confinada a sí misma.
Porque la televisión también adquiere nueva vida gracias a esta isla: su entorno material, la disposición física humana que produce (la situación televisiva), torna arcaicas las imágenes que teníamos sobre ella.
Y demás está decir que los personajes tienen una nueva vida en la isla. Porque súbitamente, el entorno varía radicalmente, impidéndoles reproducir las imágenes que cada uno tenía de sí mismo en el mundo.

3.
Escuché a muchos cocainómanos sospechar de Lost. Tan irrefrenable es el enganche que, pensándolo desde sus experiencias a mano, le asumen algún efecto colateral pernicioso. Como si fuera un estímulo que esclaviza a quien lo recibe a repetir la operación de consumirlo, modelando su deseo. Adictos a Lost.
Sin embargo, Lost, situación casera si las hay, dista de la insociabilidad de la cocaína. Deja no una resaca sino un sedimento productivo, como mínimo para charlar con amigos.
De todos modos este temor cocainómano vale como síntoma. Síntoma de una vitalidad del producto: se reproduce a sí mismo.
Así, hay distintas generaciones de losteanos. En este momento por ejemplo hay miles de personas pensando cómo harán para, cuando empieza la cuarta temporada, aguantar la espera entre un capítulo y el siguiente.
Lost es una serie que siempre pide más de sí misma –en rigor, no de sí misma, sino de su incesante variabilidad. Es una historia (tan sólo imágenes, sonidos, palabras) cuyo consumo, en vez de generar agotamiento o desgaste, produce siempre la energía que la demanda renovadamente. Lost, a diferencia de su trama, no es un accidente. Lost es causa de sí.

4.
Causa de sí, como dice Spinoza respecto de la sustancia. Pero no quise homenajear a Spinoza sino a la propia serie, que también tiene guiños a filósofos modernos. Eran guiños ocultos hasta que Clarín los señaló (como si el mero gesto fuera aporte alguno). Algunos personajes se llaman como filósofos cuyas obra aluden a la situación en al isla, al estado de naturaleza y de sociedad, a la otredad, al estatuto de las causas, a los modos del entendimiento humano. Ahora bien, en Lost no hay transmisión de la sofisticada cultura que sus hacedores demuestran poseer, no hay panfleto. En todo caso niveles de lectura posibles. Porque el conocimiento no está cargado en la trama sino operando en su génesis; Lost no comunica filosofía sino que está construida con preocupaciones filosóficas.

5.
Pero todavía falta un punto respecto de esta capacidad de enviciar a la gente que tiene Lost. La implicación, la identificación, el hecho de que sintamos físicamente el miedo o el vértigo o el alivio de los personajes, muestra, además de maestría narrativa, aciertos de los productores/guinistas en un diagnóstico de la actualidad socio-ontológica, por así decir, del universo de espectadores.
Todas las emociones, las ideas, las lógicas con que se constituyen las vitalidades en conflicto en esa isla, en tanto nos producen intensidades, hablan de nosotros. Porque los efectos de algo hablan tanto de ese algo como de la superficie en que se producen como efectos. La trama, pues, toca problemas reales para nuestras vidas, problemas que encuentran en esa isla un escenario de existencia, de visibilidad, de puesta en juego.
Estos puntos a los que me refiero podrían llevarnos días de charla. Algunos pueden ser mencionados rápidamente en una lista no del todo caprichosa:

- La problemática enredada del azar, la determinación y la voluntad.
- De la adaptabilidad frente a panoramas variables.
- La toma de decisiones sobre un suelo incierto y móvil (donde es la decisión la que debe decidir los términos del problema sobre el que interviene).
- La gestión de la información como elemento clave en la organización vincular y situacional (tanto entre los personajes como de la serie a nosotros).
- La conectividad como recurso más preciado de todo espacio

- La inexistencia de una altura trascendente que ordene jerarquías de valores.
- El mal como una ilusión que esconde que lo único que hay son diversas perspectivas capturándose. Nadie se piensa como malo.

- El pasado como causa pero también como terreno a constituir desde el presente

- La pluralidad de sentidos desde los que puede realizarse una misma acción cuando los actos colectivos no está insertos en grandes relatos preexistentes y de signo inequívoco, lo que conlleva a
- Inestabilidad (o caducidad) de toda alianza
(¿No es este un punto ineludible, por ejemplo, para pensar el cacerolazo?)

- La técnica como superadora del hombre mediante el dominio de la naturaleza, bajo riesgo de colapso planetario, y la posibilidad de lo sobrenatural.

- Hay incluso personajes que son ideas en sí mismos. Y esto no es un abuso de interpretación, porque dentro de la trama otros personajes arrojan definiciones de estos que digo, observaciones sobre su comportamiento. Personajes: vectores de sentido en la situación/quilombo de la isla, una forma de ver la vida y de operar en sociedad.
- De Benjamin Linus, por ejemplo, líder nato, se dice que es manipulador, que “logra que pienses lo que él quiere: pensás que tenés una idea pero en realidad es su idea”. ¿No asume ese tipo el carácter ineficaz, inconducente, de todo sometimiento que sobrepase en violencia a la llana instalación en el otro del deseo que se quiere que tenga? ¿Y no es esa dominación mediante el placer la operatoria propia del capitalismo contemporáneo?

- Ah, John Locke. La filosofía de la inmanencia. Cómo no va a ser mi personaje favorito el que está del lado de lo que pasó, el enamorado del azar, el que a la fatalidad se monta, el que se acopla a la fuerza de las cosas y acoplarse es a la vez apropiarse. El que está del lado que estamos todos: la isla.

6.
Bueno, efectivamente el tema daba para irse por las ramas. Todos estos eran ejemplos de que la lucidez y el conocimiento en Lost no están dichos: están en acto.
La sofisticación intelectual está en la producción y no ostentada en el producto. ¿Será así como el arte y el pensamiento pueden circular como cultura de masas? Luego, por supuesto, habrá un abanico de recepciones. Aunque decir recepciones evidencia en quien habla fatiga observacional.
Uno supone recepción pero lo que hay es, al menos, una recepción excedida. Hay un plus. ¿Cómo pensamos si no los millones de foros internéticos donde se discuten hipótesis sobre la misteriosa trama? ¿No son acaso gigantescos contenedores de imaginación? ¿Cómo pensamos este ensayo, puta digo? Sobre todo si pensamos que el pensamiento no es un juguete que podemos poner en cualquier lado, sino un modo de engordar lazos ya existentes con el mundo.

7.
Y ese plus nos lleva nuevamente a la nueva vida de la televisión.
Las telenovelas clásicas, no sólo las de la tarde sino también Gasoleros y su cada vez más bellamente berreta prole, enganchaban por darle a la gente lo que quería, porque sucedía siempre lo esperado, por cumplir su dirección obvia, su destino plantado el primer capítulo. Podía al final no haber felicidad ni perdices, tragedia, pero el punto en tensión estaba claro de arranque. En cambio Lost engancha por sorprender, por exceder lo esperable. Incluso formatos ya más veteranos de series de misterio, y pido disculpas a Romero porque pienso en Twin Peaks, tenían un punto a develar, una tapa oscura de misterio. Ese misterio podía repartir sucursales, ir develándose en pasos que renovaban su misteriosidad, pero siempre emanaba, el misterio, de la misma fuente.
Lost ha logrado instaurar el misterio de cuál es el misterio detrás de tantos misterios. Y ha logrado algo más. Lost, que como dijimos (“dijimos” porque leerlo es decirlo por dentro) logró hacer pasar problemas del mundo por su isla imaginaria, y situaciones de su isla imaginaria por millones de vidas en el mundo, Lost, que ha dado un escenario para las emociones, combinó todo esto con un gigantesco manto de sombra rico para especular. ¿Desde cuándo un programa de televisión hace hablar a la gente entre sí? ¿Desde cuándo la televisión puede nutrir la imaginación, la fabricación e interrelación de hipótesis, su discusión en grupo, la dialéctica, es decir las facultades más propiamente humanas? ¿Dónde está la caja boba? Lost está a miles de kilómetros de la civilización de la caja boba, incluso de su crítica. Porque tampoco es que se ha hecho de la televisión un vehículo de cultura, un transmisor de la cultura como cosa; Lost, directamente, produce cultura.