Saturday, May 16, 2009

Todos somos barbijo

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¿Se sugiere morir?
La realidad mediática se impone sobre -en este caso- la verdad médica: no esalgo nuevo, pero sí evidentemente muy actual. (Nuevo en todo caso podría serel modo específico de esta imposición).

Dicen desde México que hay mucha gente internada con todos los síntomas dela Gripe Cerda, que tienen el conjunto exacto de síntomas pero después no tienen el bicho. Podríamos decir que sí lo tienen en el plano de la verdad mediática sobre el cuerpo; quién sabe, la sugestión podría llegar también a producir la misma muerte. Pintó gripe porcina, tal sería la asunción realizada por las células. La verdad biológica es organizada por la verdad mediática, por no decir que las condiciones mediáticas determinan la conciencia, un chascarrillo.

Somos barbijo
En cada momento que me conecto con las imágenes del acontecimiento porcino-microscópico, coincido en sentir esa "degradación huaman": estamos hechos mierda. Pero sin embargo, no perdería la chance, por un principio de lógica física, de intentar ver lo que pasa como una positividad, una manera, si sequiere atolondrada, de lo real humano de vivir, no de desvivir. Porque además si hay una degradación de valores efectivos que alguna vez organizaron las relaciones y las representaciones de maneras que por contraste con esto resultan lindas, en todo caso su ausencia es refutación suficiente. ¿Qué se afirma en la subjetividad barbijo?

Coyuntura divertida
Como siempre, varias cosas se montan sobre la coyuntura. Varios intereses (aún despersonalizados y difusos) encuentran un buen escenario para amplificarse; algunos intereses, como dice Esteban Schmidt, "encuentran en todo una oportunidad". Los intereses comerciales, verbigracia (aunque jamás me reí gracias a Horacio), en su racionalidad obvia, en la obviedad de su querer, han de haberle encontrado mucha pólvora seca al asunto; hasta leí que Donald Rumsfeld es directivo desde hace veinte años del único laboratorio que vende algo así como vacunas contra este virus que habría sido inventado por los yankis con fines militares, etcétera. Puede ser verdad, claro que sí; lo cierto es que la coyuntura del pánico multiplica los relatos. Nadie puede negar que la coyuntura es divertida, cuanto menos por la diversidad de versiones que produce.
Contagiame todo, linda y fatal
Otra fuerza que encuentra en la coyuntura fertilidad para ampliarse es una idea: la concepción de la ciudad como un territorio de contagio. Viene a ser una idea más allá de que alguien la afirme o no; es una idea operante, una idea que más que ser dicha es fuente de otros dichos, una idea que organizalos cuerpos.
El espacio público, en la era de la fragmentación, con banda ancha y delivery, se reduce al mínimo, el espacio público es una fatalidad.
Ya estábamos a un paso del barbijo. El barbijo es la ropa de un modo privado de habitar lo público.

Gran respuesta la de Juarroz: que gastar la vida previniendo la muerte -o peor aún, preocupándose- es una forma mortuoria de vivir.
Barbijo pero inseguro
La subjetividad contagiosa (es un chiste, vale más sjd barbijo) participa de la subjetividad insegura. No subjetividad segura porque aún con los más ambiciosos dispositivos de seguridad, la naturaleza proteccionista de esa seguridad define al asegurado como un inseguro: nunca se alcanza estatuto de seguro, nunca podría tramar el cuerpo, la seguridad es efecto de medidas de fuerza protectoras.
La seguridad define al asegurado como inseguro. Pero esto es digresión. Decía que la subjetividad barbijo participa de la insegura en tanto es una versión de la construcción de los otros como peligro, la naturalización del quedarte en casa, reducirte a tu función higiénica.

Pero por otro lado negar toda realidad de la coyuntura, moteándola de mediática, es el zumum de la subjetividad mediática. El automatismo de negar la escena mediática sin ver cuánto esa escena está afectada de realidad corpórea, es también una formade pensamiento mediático. Sólo si hemos convenido asignarle la realidad a la superficie mediática podemos descansar en la imposibilidad de un problema carnal. Pensar que porque pasa en los medios en realidad no pasa en absoluto, es tan producto mediático como pensar que lo que pasa en los medios centra lo que pasa en general. En algún momento intentaré afinar esta idea.

Seguridad o cuidados, un proyecto
Si asumimos que hay peligros, ¿podemos plantear una disyuntiva entre seguridad y cuidados?

La seguridad auto reprime, porque siempre la medida protectora es más importante.

Los cuidados, en cambio, son un puente hacia las cosas.

La seguridad supone la capacidad del control. El cuidado asume que lidiamos con un fondo impredecible.

El cuidado sabe qué cuida, porque el centro está en lo cuidado, no en elcuidado. La seguridad cuida la virtualidad, por eso se corresponde con el miedo total: no miedo a perder tal o cual cosa, sino el miedo puro.

Tuesday, May 05, 2009

Reseña de Bizarra, de Rafael Spregelburd (Ed Entropía)

Bizarra tragedia argentina, gracias a Dios…
Colosal e hilarante libro de la obra de teatro homónima, sus quinientas páginas nunca se hacen pesadas, al contrario, logra el enganche de la telenovela –género que toma, tritura y recién ahí copia con una libertad desaforada y delirante. La trama de este culebrón sobre las clases sociales es un tejido de accidentes y peripecias, divertidísimo y ligero pero no light porque el texto trabaja en muchos planos (de dimensión de la experiencia, de referencias culturales, de sentido y de lenguaje) a la vez, como si Spregelburd hubiera encontrado y puesto a trabajar, con una velocidad de mil megas, los sobreentendidos no dichos de su época. Situada en la crisis de 2001, esta obra, que es como una eyaculación imaginativa continua de meses, muestra que la catástrofe también puede conducir a potencia y a indeterminación creativa.
Resulta que la rubia de Abba de pronto recupera la memoria, es argentina y decide buscar a las dos mellizas que abandonó porque nacieron una noche de eclipse solar. Con un tono de trapisondas (como una Conjura de los necios descontrolada), el relato está repleto de personajes y acontecimientos dementes pero acaso verosímiles en la Argentina inmediatamente post-menemista donde cualquier cosa se cruza con cualquier cosa, todo es cotidianamente amenazado de reestructuración y son excepcionales otras reglas y valores que los monetarios.
Un poderoso empresario de la carne, por ejemplo, de noche es el Señor del Dans (quiere coreografiar un libro de Bucay) y se enamora de un agente del Mossad travestido; un obrero bolchevista full time arma pareja con una artista conceptual, y una marchand de arte, gozosa y de ingenio sin escrúpulos, con un ex taxista sumido en los mares de la depresión; unas monjas, ansiosas de un advenimiento de Satán que las haga útiles, se alían con una manzanera en una villa de Merlo; un comisario desesperado por conseguir más de un perfume hecho por una chica sin sentido del olfato, cuyo ingrediente secreto es un porro palestino que produce “un estado místico-enzimático” inigualable.
Con algo de una Esperando la carroza laisequiana, es una de esas obras que hacen sentir la certeza de que existe un modo de ser propiamente argentino, lo argentino -sin rasgar, claro está, su condición indefinible.
Las dos mascaritas, tragedia y comedia, recorren Bizarra de punta a punta: sufriendo la catástrofe argentina, Spregelburd creó con procedimientos netamente vitalistas y festivos, exuberantes. El dolor legitima la disposición a la carcajada. Y el humor en la escritura es una inocencia, fuente de desprejuicio y lucidez para captar el modo –tan extraño- en que son las cosas.
Publicado en Rolling Stone de abril 09